Pretendo dar una visión realista a la situación actual.
Siglos atrás existían los nobles y los plebeyos, la clase dirigente y la clase obrera, los esclavos
y demás. En el siglo XXI nos educaron para obtener una carrera, una familia, un trabajo, hijos, etc.
La visión habitual nuestra es entrar en una gran empresa, ir subiendo de puesto (la manida frase
de la “carrera profesional”), ganando un mejor sueldo, mayores responsabilidades, etc.
Cada día que pasa, veo que nos han “timado” en mayor modo. ¿Por qué? Pues porque primero, nadie se enriquece trabajando para otro, y segundo, a mayor sueldo, mayor responsabilidad, mayor IRPF que
Bajo
mi punto de vista, tanto uno como otro son los que yo llamo los
ESCLAVOS DEL SIGLO XXI, gente
que trabaja en oficinas en una rutina creada en muchos casos
insoportable, o por cuenta ajena en un contexto más amplio. El problema
es que en ese rol estamos la mayoría de la población de los países
desarrollados. ¿Dónde están los nobles? En otro escalón
y sin las preocupaciones mundanas de pagar la hipoteca o la gasolina.
¿Podemos hacer algo aparte de quejarnos? Sí, luchar por evitarlo, aún y
con las reglas del juego de que disponemos. Una de las vías es ser
emprendedor, con los riesgos que esto supone, y
otra es la que tiene por referencia este blog, que es el hecho de la
LIBERTAD FINANCIERA.
En
el colegio no nos enseñaron esto, tampoco en la universidad, ni
siquiera los que estudiaron económicas
lo tienen presente en muchos casos. Pero cada vez más nos empezamos a
preocupar por nuestras inversiones. Pensar en inversiones, y maximizar
las mismas es un hecho de alta importancia, y que no valora gran parte
de la población.
Son
los enanitos a los que hacíamos referencia en posts anteriores, esos
señores invisibles que “trabajan”
para nosotros cuando estamos durmiendo o haciendo cualquier actividad
de ocio, los que nos darán dinero sin trabajar, los que pueden mejorar
nuestra calidad de vida sin el duro esfuerzo de horas y horas de
trabajo.
Es
importante, a la par que obtener ingresos extra, por supuesto, el
controlar los gastos. De nada
sirve maximizar la rentabilidad de los ingresos, o buscar inversiones
interesantes, si por otro lado nos gastamos todo lo que tenemos en
caprichos innecesarios, o consumismo. Se debe llegar a un equilibrio de
compromiso que merezca la pena.
“Quien vive con más desahogo no es el que tiene más, sino el que administra bien lo mucho o poco que tiene,” Angel Ganivet.
Comentarios
Publicar un comentario